La escuela maltrata severamente la habilidad creativa y capacidad innovadora de los niños y jóvenes, según un famoso estudio longitudinal de George Land y Beth Jarman realizado entre 1968 y 1985 y varios otros que le siguieron.
Les dieron a 1,600 niños de 3 – 5 años un test para evaluar su pensamiento divergente (usado por la NASA para evaluar a sus ingenieros y científicos). Se trataba de explorar múltiples soluciones alternativas a un problema dado. El mismo test se repitió cuando los niños tuvieron 8 – 10 años y nuevamente a los 13 – 15 años. A la par los investigadores evaluaron 2,000 adultos mayores de 25 años.
A los 3 – 5 años el 98% de los niños alcanzó puntajes de “nivel genial”; eran súper creativos. Cinco años después, solo el 32% de esos mismos niños logró ese nivel. 10 años después, teniendo 13-15 años cayó al 10%. De los adultos, solo 2% alcanzó ese nivel.
En otras palabras, los niños pierden creatividad conforme avanzan hacia la adultez. En ese periodo de su desarrollo se producen cambios hormonales y aparecen nuevas formas de socialización en la educación formal, donde aprenden a que todo problema tiene una sola respuesta correcta, no mirar lo que hace el vecino y no buscar colaboración porque eso se sanciona como copia.
De modo que los estudiantes no se están preparando para un mundo en el que necesitarán resolver problemas desordenados y desestructurados, trabajar en equipo entre profesionales, consultar a terceros, colaborar, pensar en soluciones originales, nada de lo cual es estimulado por la escuela. Dicho sea de paso no es lo mismo trabajar en grupo -como se hace en algunos colegios- que ser miembro de un grupo creativo, creador de conocimientos, que debe ser diverso, con personas que tienen distintos antecedentes, edades y habilidades.Pese a todo lo dicho, muchos colegios publicitan el estímulo a la creatividad como uno de sus pilares, por lo que en los hechos, en nombre de la creatividad matan la creatividad. Quizá se revitalizaría la creatividad si se inyectara el estilo de trabajo abierto y divergente propio de la educación inicial en la primaria y especialmente la secundaria. (INFOREGIÓN)
Les dieron a 1,600 niños de 3 – 5 años un test para evaluar su pensamiento divergente (usado por la NASA para evaluar a sus ingenieros y científicos). Se trataba de explorar múltiples soluciones alternativas a un problema dado. El mismo test se repitió cuando los niños tuvieron 8 – 10 años y nuevamente a los 13 – 15 años. A la par los investigadores evaluaron 2,000 adultos mayores de 25 años.
A los 3 – 5 años el 98% de los niños alcanzó puntajes de “nivel genial”; eran súper creativos. Cinco años después, solo el 32% de esos mismos niños logró ese nivel. 10 años después, teniendo 13-15 años cayó al 10%. De los adultos, solo 2% alcanzó ese nivel.
En otras palabras, los niños pierden creatividad conforme avanzan hacia la adultez. En ese periodo de su desarrollo se producen cambios hormonales y aparecen nuevas formas de socialización en la educación formal, donde aprenden a que todo problema tiene una sola respuesta correcta, no mirar lo que hace el vecino y no buscar colaboración porque eso se sanciona como copia.
De modo que los estudiantes no se están preparando para un mundo en el que necesitarán resolver problemas desordenados y desestructurados, trabajar en equipo entre profesionales, consultar a terceros, colaborar, pensar en soluciones originales, nada de lo cual es estimulado por la escuela. Dicho sea de paso no es lo mismo trabajar en grupo -como se hace en algunos colegios- que ser miembro de un grupo creativo, creador de conocimientos, que debe ser diverso, con personas que tienen distintos antecedentes, edades y habilidades.Pese a todo lo dicho, muchos colegios publicitan el estímulo a la creatividad como uno de sus pilares, por lo que en los hechos, en nombre de la creatividad matan la creatividad. Quizá se revitalizaría la creatividad si se inyectara el estilo de trabajo abierto y divergente propio de la educación inicial en la primaria y especialmente la secundaria. (INFOREGIÓN)
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