Como candidato, carece de la fuerza atractiva del que lucha contra un orden de cosas. Carece de la malicia y de la agresividad del político criollo. Su fuerte son el buen espíritu, el conocimiento del Perú y el mundo, manejo de los temas y la claridad expositiva. Virtudes que le permitieron reunir a líderes y grupos diversos pero complementarios dentro de un espíritu de colaboración abierta y honestidad que, si se hace notorio, y si efectivamente logra suscitar la imagen de una "mayoría nacional" allí conjugada, puede disparar la intención de voto. La alegre sencillez del lanzamiento de su candidatura dio la sensación de aportar una cuota de limpieza y buenas intenciones a una campaña electoral que sin duda las necesita.
Por lo demás, estamos ante el único candidato que ha sido capaz de escribir un plan de gobierno. El libro "Perú, ahora o nunca" ataca, entre otros, un tema que, bien aprovechado, puede atraer muchos votos: el gran problema de la informalidad. Plantea que el 80% de los peruanos tenga un trabajo formal, con seguridad social y pensión de jubilación, para el 2021.
Ahora solo un 35% lo tiene. Para ello propone reducir el IGV un punto por año (lo que, paradójicamente, permitiría incrementar la recaudación, por la formalización precisamente) hasta llegar a un IGV de 15%; que los nuevos trabajadores ingresen a un régimen laboral distinto con seguro de desempleo y mayor flexibilidad, para fomentar el empleo formal, y reducir 5 puntos en el Impuesto a la Renta a las empresas que agreguen 10% o más de trabajadores a la planilla formal por año. (Jaime de Althaus)
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